En la falda del Monte Pajariel, pulmón de la capital berciana, se erigen unos viñedos con una seña de identidad prácticamente única en España: supervivientes de la Filoxera.

Durante la década de 1870, se produjo una plaga de Filoxera en las principales zonas vitivinícolas españolas que dejaron muy pocas plantaciones con vida. Como consecuencia, muchos vitivinicultores se vieron obligados a emigrar a otros países para poder seguir subsistiendo a base de uva y vino. Pero éste no fue el trágico final de esta historia, sino sólo el principio. Porque en el Monte Pajariel se aferraron a la vida unas cuantas hectáreas de viñedo que han ido resistiendo estoicas el paso del tiempo y los estragos del abandono. Hasta que Alejandro Merayo tomó la determinación de volver a sus orígenes familiares y recuperar todo ese viñedo centenario abandonado. “En esta casa siempre se hizo vino, mi abuelo hacía vino, mi padre hace aunque no a la misma escala, pues se hacía vino para el consumo; mi abuelo producía a gran escala y recogían unos 150.000 kilos de uva anuales”, rememora. “Mi padre no siguió con esa gran escala de vino y yo siempre lo tuve dentro y al final he arrancado a recuperar las viñas de mi abuelo, seguir con el legado”, cuenta con una pasión y emoción contagiosas. Las uvas de ‘Bodegas y Viñedos Pajariel’ se cultivan en una hectárea y media de viñedos ubicados en el Pajariel, catalogados en 1910; otra hectárea y media en San Salvador de la misma fecha; y otras tres hectáreas de viñedos datadas hace más de 100 años. El resto de sus plantaciones se remontan a los años 1930-1940. Es por ello que algunas de sus cepas miden nada más y nada menos que hasta 160 centímetros. Su principal valor añadido es ser previos a la Filoxera, una antigüedad catalogada y certificada por la Junta de Castilla y León. “Ahora catalogan un viñedo viejo en 25/30 años, no va a saber igual la uva de un viñedo viejo que un viñedo centenario”, asegura Alejandro. “Sabíamos que la calidad de la uva es completamente diferente de las cepas centenarias a las cepas mas jóvenes”, explica Merayo. Y es que hasta hace unos años vendían sus uvas a bodegas de la zona, “siempre supimos que la calidad era buena y las bodegas del entorno las cotizaban”, así que, “sabiendo que teníamos un producto estrella, me decidí a arrancar con una bodega”. Los vinos de ‘Bodegas y Viñedos Pajariel’ conquistan el estómago, pero también el corazón. Un proyecto familiar, atesorado por cuatro bercianos “aventureros, soñadores, emprendedores e inquietos”, como ellos mismos se definen, se embarcaron en esta aventura de agroturismo sostenible, con la ayuda del enólogo Ricardo Cantera de Logroño. No en vano, su lema es “En recuerdo a nuestros padres, mantenemos la tradición”. En definitiva, el objetivo es “hacer un vino de calidad, no podemos competir con la producción de las grandes bodegas, pero sí podemos competir con la calidad”, prometen.

Un proyecto más allá del vino

Este proyecto nace con una vocación que va mucho más allá del hecho de producir vino. Una identidad propia que aboga por volver a los orígenes, a lo tradicional, a lo artesano. “Las bodegas de hoy en día están automatizadas y ésta conserva su esencia de antaño, volver al cara a cara, que venga un cliente y le cuentes tu proyecto”. “Esta es la bodega donde mi abuelo hacía vino hace 100 años”, por lo que todo gira en torno a volver a la tradición familiar. Y es que ‘Bodegas y Viñedos Pajariel’ tiene un hilo argumental que tiene mucho que aportar al turismo de Ponferrada y El Bierzo. Su ambición es “poner en valor que en Ponferrada hay una tradición, unos viñedos centenarios de donde se puede sacar una uva excelente”. Su idea de orientarse hacia el turismo pasa por fomentar el paso del Camino de Santiago por Toral de Merayo y el Pajariel, un proyecto integral de enoturismo que da la mano a lo artesanal. En definitiva, una bodega como las de antes, las de toda la vida y en la que se hace todo de manera artesanal, pues no se dan herbicidas a las viñas, se desbrozan manualmente y todo ello influye en la calidad de la uva y el sabor del vino.

Sobre los vinos y la recuperación de viñedos

Tras algunos años de arduo trabajo recuperando viñedos en la ladera del monte, en el verano de 2020 han visto la luz estos caldos nacidos de un proceso cuidado al milímetro. Para recuperar un viñedo se necesitan años, paciencia y dedicación. Se van cortando los brazos para que a las cepas les salgan nuevos brotes que progresivamente den vida a unas uvas de calidad inigualable. “El sabor y calidad de una cepa centenaria es completamente diferente a lo que se planta ahora”. Y es que “para que un vino sea bueno, el trabajo tiene que empezar en la viña, donde el enólogo controla todo el proceso”, explican. El terruño es labrado con las técnicas tradicionales y ecosostenibles, respetando el entorno, “como nos enseñaron nuestros antepasados”.